Era una noche oscura y cálida, en un aeropuerto desconocido. Mucho tránsito en pista; aviones llegando y saliendo. Veo el movimiento desde la cabina. De fondo, en segundo plano, se escucha al controlador dándole instrucciones a otros pilotos.
Espero tranquilo; las órdenes no son para mi.
De vez en cuando miro el panel de instrumentos: cientos de luces de colores mostrando el estado de algún dispositivo.
El controlador me da instrucciones para despegar y en tierra alguien me muestra el camino con una señal luminosa. Llego y sitúo el avión para el despegue.
El controlador me ordena el despegue. Acelero. Un fuerte rugido se apodera de la escena y una fuerza impresionante me pega al asiento. El avión levanta la nariz y se mete en la oscuridad del cielo nocturno.
La emoción es tan intensa que me despierto y me encuentro sentado en la cama.
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